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Una Reflexión Semanal

"Bendito es el fruto de tu vientre"


Foto de Rosario Fernández
Directora Postítulo y Educación Continua, E. Medicina, U. Finis Terrae
"Cuando oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando en voz alta, dijo: —Bendita tú entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre", Lc 1,39-45.

Este pasaje de la Biblia nos recuerda que la vida comienza desde la concepción, y que cada ser vivo es un individuo en sí mismo. Toda madre está llamada a ser la protectora de esa vida en camino, que tiene el potencial de desarrollarse como un ser humano autónomo. Cada ser vivo merece respeto, y esto no es antojadizo; se basa en principios básicos que ordenan el actuar de la humanidad. 

El concepto de dignidad humana tiene sus orígenes en la doctrina judeocristiana, donde el ser humano encuentra su lugar en el mundo, al haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. Es un ser capaz de conocerse y tener consciencia de sí mismo y que, a diferencia de los otros seres vivos, tiene particularidades únicas: razón, inteligencia, sentimientos y voluntad de decidir. Esa misma voluntad nos lleva a reflexionar sobre el acto de abortar, de interrumpir un embarazo. 

Para muchos, esta decisión es una muestra de la libertad que tiene toda persona. Sin embargo, cabe reparar en la desventaja; en que, al abortar, actúa un individuo que es libre, pero sobre otro, que depende de la voluntad ajena. Entonces, no es libertad el decidir qué hacer con mi cuerpo simplemente porque es mío. Esa libertad entendida así es egoísta, dice el papa Francisco, porque vuelve sobre sí misma y no es fecunda. La libertad, guiada por el amor, es la única que
nos hace verdaderamente libres a nosotros y a los demás, porque sabe escuchar sin imponer, querer sin forzar, edificar sin destruir, "no explota a los demás para su propia conveniencia y les hace el bien sin buscar su propio beneficio". 
La verdadera libertad implica reconocer y respetar la dignidad de cada uno. Esto significa, como afirma el sumo pontífice, que "Dios nos ha creado no como objetos, sino como personas amadas y capaces de amar". Por tanto, somos seres únicos e irremplazables, creados por Dios para cumplir una misión. (…)
 


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